VOMITOS DE CARICIAS

La noche se me había hecho eterna,
mis ojos asemejaban luciérnagas taciturnas sin luz
y ya cansada de merodear todos los polos de mi cama,
opté por refrescar mis realidades en la ducha....

-Tal vez eso me relaje-pensé....

El agua empezó a cantar su propia melodía y me sumergí en ese acorde,
no escuchaba nada.
Por primera vez desde hacia horas dejaba mi mente en blanco...
Enjuagué mis dudas y aclaré mis miedos,
el agua me ayudó a que sintonizara conmigo misma....
Y en un instante en el que aparté la mirada de mi interior,
vi que el cristal estaba completamente empañado...
Sin pensarlo, acerqué mi mano allí,
y con gran contundencía escribí:

LA VIDA EMPIEZA HOY

RESPALDOS DE LUZ

¿Dónde situarme? Me pregunte un día....

Y entre el ir y venir de los años

decidí colocarme

allí dónde la belleza alcanza la cima,

dónde la tierra abraza al cielo.

Justo allí dónde se entrelazan los ecos y la música ya suena.
Dónde subyacen las sombras
y

el Sol cede su manto para revestir a la esperanza.

Las tormentas no las programamos nosotros,

pero el pincel y el lienzo

SÍ es nuestro

¿Para qué oscurecer entonces nuestros segundos?

SILENCIOS GRITADOS

Creo que las palabras pueden llegar a ser el reflejo del alma,

pero también creo que, en muchas ocasiones,

son simples disfraces de la realidad adornados con eclipses de escepticismo y por qué no, también de la falsedad.
Dicen, y en cierto modo es loable, aunque un poco desolador a la vez,

que el buen escritor nace, muere y se reproduce…

Yo creo que el buen escritor no sólo nace,

sino que crece, y puede que lo haga en un momento poco agraciado para él,

en cuanto a enajenación de la sociedad respecta.

Pero escritor no es sólo aquel que edita y vende sus obras,

sino el que, ya sea bajo el silencio del anonimato, o bajo la atenta mirada del sabio mundo, plasma, desde lo más profundo de su alma,

todo lo que en ella perdura o fugazmente se balancea

¿Por qué luchar contra batalla perdida si las palabras fluidamente galopan?.

Deja renacer el artista que toda persona lleva como pasajera en nuestro propio crucero, que es la vida misma.

Así, pues, amigo...:

¡feliz viaje!.